Mujer panafricana

Mujer panafricana

“Sólo la unidad africana puede curar la herida abierta de las disputas fronterizas entre nuestros diferentes estados (…) Si nosotros conseguimos erigir en África el ejemplo de un continente unido con una política y un objetivo comunes, habremos realizado la mejor contribución posible a esa paz que hoy anhelan todos los hombres y mujeres”, declaraba Kwame Nkrumah, primer presidente de la Ghana independiente a finales de los 50. Palabras redimidas tres décadas después por el presidente de Tanzania hasta 1985, Julius Nyerere: “El futuro de África, la modernización de un África que ocupe un lugar en el siglo XXI, están vinculados a su descolonización y destribalización (…) ¡África debe unirse!”. El grito por la unificación del continente africano ha sido unánime desde principios del siglo pasado.

Desde los años veinte, en Jamaica y Harlem, se alzaron las voces de Marcus Garvey con su ‘Back to Africa’, y del Harlem Renaissance, movimiento formado por intelectuales y escritores que condenaban el colonialismo en África y el racismo en el Nuevo Mundo. Poco después, en Europa, poetas como Aimé Césaire (Martinica), Léopold Sédar Senghor (Senegal), y León Damas (Guyana) acuñaban el término ‘negritud’ en la revista parisina L’etudiant Noir, fundada por ellos mismos. En ella se posicionaban contra la hegemonía de la cultura francesa potenciando la africana. En paralelo, en Estados Unidos, dos escritores de origen africano, Henry Silvester-Williams y William Edgard B. Dubois, empezaron a utilizar el término ‘panafricanismo’. Durante la primera y segunda generación del movimiento, capitaneadas por ambos, se establecieron las bases de la defensa de todos los negros del mundo y se les animaba a hacer frente común para luchar por sus derechos y enfrentarse a los abusos que sufrían. En los años cuarenta, la tercera etapa, con George Padomore (Trinidad) y Kwame Nkrumah (Ghana) se añadía la independencia de los africanos del yugo colonial. Y la cuarta, con Nkrumah al frente, proclamaba la unidad de los estados africanos para combatir el colonialismo, el neocolonialismo y la balcanización del continente.

En 1955 se celebraba la Conferencia de Bandung y se cimentaron los pilares del ‘afrocentrismo’ entre naciones africanas y asiáticas, excluyendo cualquier representación colonial. Esta conferencia sirvió de detonante para las sucesivas independencias de los países africanos que sucederían dos años más tarde y que convertirían a muchos de los líderes africanos en dirigentes de sus países. Malcolm X afirmaba al respecto: ”Desde el 55 al 60, las llamas del nacionalismo, de la independencia del continente africano, alcanzaron tanto resplandor y tanta furia, que ese mismo deseo de libertad que motivó al hombre negro en el continente africano, comenzó a arder en el corazón, en la mente y en el alma del hombre negro aquí, en Sudamérica, Centroamérica y Norteamérica”. Una apuesta firme por la unión de todos los negros y negras del mundo para trabajar al unísono por sus derechos como personas.

Desde entonces, en África y en la diáspora son muchas las voces que se han levantado por la liberación del pueblo africano enarbolando la bandera del panafricanismo. Hablamos de músicos como Fela Kuti y sus hijos Femi y Seun, Manu Dibango, Hugh Masekela, Tiken Jah Fakoly, Public Enemy, Common, Mos Def o The Roots. Siempre hombres, mientras se ignoraba y excluía el crucial papel femenino, que ha venido tejiendo telas en la sombra para su sostén y expansión. Esas mujeres olvidadas han sido agentes activos del panafricanismo, si éste no abraza el feminismo y abre la puerta a la mujer, no habrá una verdadera revolución.

Cuando se celebró la primera Conferencia Panafricana en 1900, organizada por Silvester-Williams y Edgard B. Dubois, asistieron cincuenta y un delegados. Seis fueron mujeres, cuatro de ascendencia africana: Anna H. Jones, Anna Julia Cooper, Fannie Barrier Williams y Ella D. Barrier. Y dos irlandesas, la Sra. Loudin y la Srta. Adams. Y no actuaron como meras observadoras, ya venían trabajando en movimientos sociales que propugnaban mejorar las condiciones de opresión que sufrían los africanos. Anna Julia Cooper era educadora y dirigente de un club de mujeres que luchaba contra el racismo. Su intervención en este congreso se tituló “El problema de los negros en América”. Anna H. Jones, también educadora, lingüista y miembro de otro club de mujeres, tituló su discurso  “La preservación de la individualidad racial”. Ella D. Barrier, educadora, participó activamente en la Colored Women’s League en Washington DC. Todas ellas estaban comprometidas con otra organización, la UNIA (Asociación Universal del Desarrollo Negro), una organización que movía a las masas en pro del panafricanismo a principios del siglo XX. Su lucha contra el colonialismo, el imperialismo y el racismo tuvo impacto internacional.

Aunque se habla de Marcus Garvey como fundador de la UNIA, no podría haberlo hecho sin la ayuda de su esposa Amy Ashwood Garvey. Una leona que creó el periódico The Negro World, el periódico de la organización, también atribuido a su marido. Participó en la Oficina Internacional de Servicios Africanos y en la organización del V Congreso Panafricano celebrado en Manchester en 1945, en el que expuso sus compromisos feministas e internacionalistas: “Se ha escrito y se ha hablado mucho sobre el hombre negro, pero, por alguna razón, muy poco se ha dicho acerca de la mujer negra, se la ha relegado al fondo de la sociedad, con el solo objetivo de parir hijos, este ha sido principalmente su destino (…) Debe haber una revolución entre las mujeres. Deben ser conscientes de su importancia en el mundo de posguerra. Las mujeres del mundo deben unirse”. La segunda esposa de Garvey, Amy Jacques Garvey, esta considerada legítimamente como co-creadora del ‘garveyismo’, dada la ayuda y la influencia que le prestó para escribir sus artículos, libros y pensamientos, y que luego se encargo de  difundir, una vez encarcelado. Fue columnista en The Negro World y creó una página destinada a educar políticamente a las mujeres: “Ningún esfuerzo es obstáculo, por mucho tiempo, para la mujer moderna. Lucha por la igualdad de oportunidades y la consigue. Hace bien el trabajo y se gana el respeto de los hombres que hasta ahora se opusieron a ella. Prefiere ser quien trae el pan antes que una ama de casa medio hambrienta”.

Claudia Jones fue comunista, feminista, panafricana, antiimperialista, antirracista, educadora y periodista. Fue expulsada de Estados Unidos por su feroz lucha contra el imperialismo, la explotación de países del Sur, la agresión militar y las amenazas a la paz mundial que emprendía su país. Exiliada en Gran Bretaña, y con la clase trabajadora, la opresión de la mujer  y el racismo contra los africanos como objetivos, creó la West Indian Gazette para denunciar todos estos abusos y otros como el apartheid sudafricano y el asesinato de Patrice Lumumba. Inspiró a otras panafricanas y sembró un camino que ha dado pie para que Mrs. Funmilayo Anikulapo-Kuti consiguiera el sufragio universal para las nigerianas en 1959, que Ellen Johnson Sirleaf sea la presidenta de Liberia, que la Unión Africana haya declarado el 2015 el ‘Año de Empoderamiento y Desarrollo de la Mujer: hacia la agenda África 2065’, que ese mismo año, el gobierno namibio presidido por Hage Geingob haya establecido el sistema de género de 50/50 en sus listas y sea el cuarto país del mundo con mayor representación política femenina, que el Parlamento de Kenia esté obligado a contar con un tercio de mujeres en sus asientos…

O que cantantes africanas como Miriam Makeba, Cheikha Rimitti, Oumou Sangaré, Weird Mc, Lala Njava, Hasna El Becharia, Angélique Kidjo, Shishani, Malouma, Nneka, Simphiwe Dana, Rokia Traoré, Fatoumata Diawara o Sona Jorbateh, lucharan y luchen contra la mutilación genital femenina, los matrimonios infantiles, la violencia sexual, la poligamia, la homofobia, el apartheid, el neoliberalismo, el terrorismo, los ‘señores de la guerra’, e intenten construir un África que fomente la educación, la igualdad entre hombres y mujeres, que proteja los derechos de los niños, mujeres y albinos, al colectivo LGBT, la libertad, la tierra y los recursos naturales… Porque, parafraseando nuevamente a Thomas Sankara: “La liberación de la mujer es un paso ineludible para cualquier revolución. Sin la liberación de la mujer, sin el cambio de la relación de dominación ejercitada por el hombre no habrá revolución”.